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Gitanos y Subalternidad en el Cine Quinqui: La Transición Española (No) Archivada. Por Ismael Cortés [editar]

Ismael Cortés trae a la Bitácora Gitana una reflexión sobre el "Cine Quinqui" y su forma de representar al Pueblo Gitano.

30 de Junio de 2024
Ismael Cortés para Bitácora Gitana

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El Cine Quinqui, que surgió en los años 70 y se consolidó en la Transición Española, se ha convertido en una especie de archivo cultural que captura las tensiones de la época. Desde una perspectiva crítica cabe preguntarse: ¿Qué incluye y qué excluye este archivo cultural? ¿Quiénes son los sujetos representados en este archivo? ¿Qué narrativas estructuran el significado de este archivo? ¿Cómo configuran esas narrativas la memoria colectiva de una época? Al abordar estas preguntas, este artículo plantea una pregunta fundamental desde la perspectiva antirracista: ¿Cuál ha sido el impacto del Cine Quinqui en la representación de los gitanos durante la Transición Española?

A pesar de su pretensión de ser un cine realista y documental, este género cinematográfico contribuyó a construir un archivo cultural que despolitiza la imagen de los gitanos, reduciéndolos a simples figuras criminales y antisociales. El Cine Quinqui, con su enfoque en la delincuencia juvenil y las drogas, refuerza estereotipos negativos sobre los gitanos. Las películas de este género, como Perros Callejeros (1977) de José Antonio de la Loma y Navajeros (1980) de Eloy de la Iglesia, presentan a los gitanos meramente como figuras antisociales, desconectadas de cualquier forma de lucha política o social significativa. Esta representación no solo perpetúa una visión distorsionada de la realidad, sino que también contribuye a un imaginario colectivo en el que los gitanos son vistos como una amenaza para el orden social emergente durante la Transición.

Bourdieu define el poder simbólico como la capacidad de imponer un orden de sentido común, de construir la percepción social de la realidad, una doxa dominante. Aunque con frecuencia está velado, el poder simbólico está presente en prácticamente todas las relaciones sociales. Los medios del poder simbólico —es decir, las herramientas semióticas, técnicas e institucionales— se concentran en manos de algunos (pocos) grupos sociales. Como explicaba Bourdieu, la concentración de capital en unos (pocos) siempre lleva a la desposesión de otros (Bourdieu, Sur l’État).

La violencia simbólica se refiere a la opresión de grupos sociales que han sido simbólica y culturalmente desposeídos. La violencia simbólica se sustenta en el acceso asimétrico a los recursos culturales, a los medios técnicos y a los campos institucionales que construyen la percepción social. El ejercicio de la violencia simbólica ha sido conceptualizado en términos claramente unidireccionales, como un tipo de violencia perpetuada contra aquellos que no pertenecen a los grupos culturales dominantes.

Desde este enfoque analítico, me parece crucial destacar el Cine Quinqui como un archivo cultural problemático que, aunque captura historias de exclusión y marginalidad social, omite no obstante las voces propias de los gitanos y las gitanas de los barrios periféricos empobrecidos. Sus vidas son narradas desde una perspectiva externa que los despoja de su agencia y poder. Esto me lleva a cuestionar la supuesta neutralidad ideológica de este género cinematográfico. Lejos de ser apolítico, el enfoque en la criminalidad gitana refuerza los estereotipos sobre las desigualdades sociales, relegando a los gitanos al margen de las luchas por la democratización y la justicia social que caracterizaron a la Transición Española.

Frente a este archivo sesgado, creo que es esencial resignificar la Historia Gitana. Es necesario reconocer la participación de los gitanos y las gitanas en las luchas democráticas; y desafiar las narrativas simplistas que estigmatizan a todo un pueblo. Propongo visibilizar ejemplos de resistencia antifascista y de participación democrática gitana, en el marco de una relectura del papel del pueblo gitano en la historia política de España que refleje su verdadera complejidad y diversidad.

Es importante tomar conciencia de que las narrativas cinematográficas no son simplemente un reflejo de la realidad social que representan, sino una composición estética; y la visión del artista está influenciada por su propia posición de poder en términos de clase, etnia o raza y género. Como cualquier otra creación cultural, las películas proyectan los arquetipos mentales, los prejuicios, los estereotipos y los sesgos cognitivos del artista. En el caso del Cine Quinqui, bajo la apariencia de un supuesto realismo cinematográfico y una aspiración estética de autenticidad, se construyó una imagen estereotipada de los gitanos, reduciéndolos a simples delincuentes. Así, todas las iniciativas cívicas lideradas por los gitanos y las gitanas durante la Transición Española quedaron ocultas tras las representaciones del Cine Quinqui.

Los episodios de iniciativas culturales y cívicas que protagonizaron los gitanos y las gitanas, las protestas antirracistas, y todo el proceso de institucionalización democrática en el que participó el pueblo gitano, fueron completamente ignorados por el Cine Quinqui. En su lugar, este género cinematográfico creó una alteridad imaginada, para satisfacer las fantasías y la curiosidad de la incipiente clase media —el público al que iba dirigido— sobre los suburbios, presentándolos como lugares de hedonismo, sexo barato, drogas, violencia y crímenes. El Cine Quinqui no retrató el ambiente político en el que los gitanos y las gitanas socializaron durante la Transición Española, es decir, los movimientos de la Izquierda Marxista y la Izquierda Cristiana de los años 60 a los 80.

La representación estereotipada de los gitanos creó un vacío crítico en el archivo cultural de la Transición Española. Para el Cine Quinqui, resultó más fácil mostrar una imagen despolitizada del pueblo gitano que explicar las complejas dinámicas de exclusión y resistencia en las que se halla incardinado. En la empobrecida periferia urbana, los barrios eran territorios donde la clase social y la etnia a menudo se entrelazaban; y en esas intersecciones no todo sucedía según lo representaba el emergente cine comercial en el que se enmarcaba el Cine Quinqui.

Por ello considero necesario hacer una crítica cultural a los estereotipos mediante los cuales el Cine Quinqui ha configurado la percepción pública de los gitanos, limitándolos a la criminalidad y excluyéndolos de la narrativas políticas sobre la transición. Considero fundamental revisar este archivo cultural para incluir las voces y las experiencias de los gitanos y las gitanas, en toda su riqueza social y demográfica, reconociendo su contribución a la historia democrática de España.

Para una exposición más profunda de este tema, invito a leer mi artículo "Gitanos and Subalternity in Cine Quinqui: The (Un)Archived Spanish Transition" (Heidelberg University Publishing), disponible aquí.

Ismael  Cortés es Máster en Filosofía y Doctor en Estudios Internacionales de Paz y Conflictos. Profesor de la Cátedra UNESCO de Filosofía para La Paz en la Especialidad de Paz y Cultura. Consultor Experto para el Consejo de Europa y la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa. Investigador para varios Think Tanks de ámbito internacional. Fue Diputado en el Congreso en la XIV Legislatura. Es autor del libro de ensayo Sueños y Sombras sobre los Gitanos (Bellaterra).

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