De libertad
Por Miguel Mendiola
Pienso en un invierno cruel, en medio de una guerra aún
más cruel, y en como se levantan voces de protesta en contra de la violencia de
un grupo hacia otro, de limpiezas étnicas, de atrocidades inhumanas que ya
creíamos que habían pasado a la Historia. Serbios, croatas, cristianos y
musulmanes, todos tienen sus defensores. Pero nadie levanta una voz para el
gitano en Kosovo. Ni siquiera una, aunque clamara en el desierto…
El gitano es un esclavo ecológico. Su esclavitud no es física, aunque sean
físicas las consecuencias derivadas de tal estado. Por tanto, no puede como
Espartaco rebelarse contra su amo puesto que ni lo conoce ni lo encuentra, y
así la lucha por la Libertad es un continuo, una quimérica batalla contra
legiones anónimas que lo empujan hacia un mar sin playas.
Irónicamente, la única libertad que tiene el gitano es
que puede escaparse cuando quiera. La paradoja es que no hay un dónde. Se
encuentra ya en ese "dónde". Vive en ese "dónde" perpetuo
en el que el amo no lo quiere, lo echa. Y el gitano sale por una puerta y entra
en otro "dónde". El ciclo se repite.
Por eso, para el gitano, el concepto de Libertad debe de ir mas allá de lo
inmediato, lo mundano y lo práctico. Siempre tuvo el verde y el azul. Muchas
veces rodó y nadie lo detuvo. No lo quieren preso, lo quieren libre. Pero en
otro sitio.
Es una falsa Libertad. La verdadera Libertad no solamente
incluye opciones sino el poder de realizarlas. No solamente el poder de entrar,
sino el de salir o el de quedarse; no solamente el poder escoger la comida, sino
el poder comprarla. Lo primero es un derecho humano; lo segundo una necesidad
hegeliana. Es la activación de los deseos internos, verdadera causa, verdadera
ley interna, verdadera substancia.
Son dos frentes de batalla en cuanto a que en el primero se conoce al enemigo,
mientras en el segundo aún no lo hemos encontrado. ¿Y como podemos vencerlo si
no lo tenemos delante?
Solamente en unidad férreamente organizada con un objetivo muy claro y muy
común, donde se le declare al Mundo entero, a ese amo sin nombre, que aunque no
seamos nación, somos pueblo. (1) Que como tal requiere los mismos derechos
humanos y políticos de un Estado reconocido; que aunque sin territorio
definido, tiene, sí, una población humana.
No deberíamos rechazar esta noción de forma casual o gratuita sin antes
considerar que intelectuales reconocidos universalmente, como el mismo Hegel, la
adoptaron como propia, aunque ya tenía orígenes venerables en la antigua
Grecia donde el concepto de "Estado" era el de polis,
comunidad, lo que Hegel consideraba como "la realización objetiva de toda
Libertad genuina."
El Estado entonces no es "gobierno" o "institución"
encargada de administrar leyes y demás. Ese es el concepto moderno. Pero
también se puede definir al Estado como "comunidad" a través de la
cual el individuo se realiza como tal al considerarse miembro de un polis
que comparte ciertos valores éticos y morales, ciertos hábitos y costumbres,
una cultura común y definida o "una forma de sentir y vivir". (2)
Podemos ignorar, pues, la definición moderna de Nación y Estado que
necesariamente requiere la posesión de un territorio físico y de un gobierno
que lo administre y defienda. Puede, en su lugar o al mismo tiempo, existir un
Estado cultural, más de acuerdo a la definición griega, y es en este sentido
en el que hablo de un Estado o del "O romano them".
Nuestro territorio es cultural, sin fronteras ni limites físicos, pero no por
ello menos territorio. Solamente así podemos hablar de Libertad como cultura, y
juntos rechazar a esas legiones que amenazan con ahogarnos porque no tenemos voz
ni mando en la actual ecología política.
Difícil, en verdad, es luchar contra molinos de viento a menos que sepamos
separar los molinos (derechos) del viento (necesidades). La verdadera Libertad,
si Hegel lleva razón, es una verdadera necesidad humana. No podemos
continuar siendo esclavos de la Historia, del ambiente o de las circunstancias.
Tenemos que hacer hincapié en incluir esa definición mas profunda de la
Libertad en todas nuestra declaraciones y demandas. Porque no solo de pan vive
el Hombre.
Notas:
1.En realidad seria más apropiado denominarnos "nación" más bien
que "pueblo", tal como lo hacen los indios americanos, (Lakota-Sioux,
Cherokee, etc.)
2.Una de las definiciones de la palabra Estado es "manera de ser".
A Dios rogando pero con el carro
andando
Por Miguel Mendiola
A primera vista, si no profundizamos un poco, podríamos creer que una de las
características de la cultura gitana es el fatalismo, y en su forma más gentil
el determinismo con que el gitano, en general, se enfrenta a la Vida.
No obstante, deberíamos separar lo que es inherente de lo que es
circunstancial. En cuanto al fatalismo o resignación, el gitano adquiere esa
cualidad como producto de un sinfín de experiencias negativas. Como el caballo
echado que no se levanta no importa cuantos palos le den, el gitano aprendió a
base de tantos palos, de tantas experiencias negativas, que él poco tiene que
ver en la determinación de su destino y, resignado, busca consuelo en una
Providencia supernatural.
Como defensa sicológica siempre "se pone en lo peor", espera lo peor
de todas las circunstancias para, así, cuando esto no suceda, recibir alguna
recompensa en forma de consuelo o esperanza. En cierta forma, esta actitud
defensiva le sirve para estar mejor preparado en caso de resultados adversos y
por consiguiente los puede enfrentar de la forma más efectiva que tiene a su
disposición. Desarrolla también con ello una fórmula pragmática de
confrontar sus problemas.
Pero todas estas cualidades son reacciones, efectos y causas de su experiencia
histórica y actual. No son cualidades inherentes ni parte fundamental de la
idiosincrasia gitana. Todo lo contrario. El gitano es esencialmente optimista y
lo que sí es inmanentemente gitano es esa alegría que lleva siempre en el alma
y que sale a relucir con el mínimo estímulo positivo en cualquier momento.
No hay contradicción, por consiguiente, en ese determinismo circunstancial y en
el profundo amor a la Libertad. Es importante diferenciar atributos impuestos
por la física y la ecología del momento -aunque este "momento"
empezó hace mucho tiempo y parece no acabar nunca- y aquellos otros atributos
espirituales que sí son propios del alma gitana y totalmente independientes del
ambiente y circunstancias en que se encuentre.
Y es importante esta diferencia porque a base de repetir que lleva razón en ser
fatalista, que nada puede hacer para cambiar su destino, se corre el riesgo de
que un atributo accidental se convierta en "manera de ser".
Creer que nuestros actos son insignificantes, que nuestra "forma de
estar" es nuestra "forma de ser" como un inevitable producto de
herencia o circunstancias, que lo que venga vendrá y nada podemos hacer para
evitarlo; creer que todo está ya predeterminado, no solamente es contrario a
los principios fundamentales del pensamiento gitano, incluyendo a ese concepto
tan bello y magnifico de la Libertad, sino que nos limita a ser simples
marionetas en un mundo donde cada vez más es crucial tener independencia de
acción y movimiento.
Esa libertad de acción tan deseada en todo ser humano, es lo que William James
(1) llama "una facultad positiva, una virtud dada al Hombre y por la cual
su dignidad se aumenta enigmáticamente".
Y aquellos que la niegan, que creen que el individuo no origina nada, disminuyen
al Hombre haciéndolo una criatura menos admirable y despojándolo de su
creatividad.
Si aceptamos la premisa de que el gitano es, por naturaleza, determinista,
estamos condenándolo a una paralización mortal. En este presente y en el
futuro muy inmediato, de revoluciones tecnológicas que afectarán a todos los
ámbitos de nuestras vidas, es imperativo sacar a relucir esa alegría, ese
escondido optimismo, y tomar las riendas de nuestro propio destino. Hay que
mover esa rueda del carro, sacarla del fango de la apatía, seguir adelante y
poner nuestra bandera en alto. Pero no en noción simbólica y romántica sino
en una verdadera realidad práctica y efectiva. Tenemos que afirmar nuestra
humanidad, con todas sus virtudes y defectos, pero nuestra y no de otros.
Usemos, pues, nuestro inmanente optimismo para marcar esa diferencia alegre y
tan esencialmente gitana.
No dejemos pasar el momento porque la fragua está calentita; nuestro destino en
el yunque. Y roguemos a Dios todo lo que queramos, porque, aparte de creencias
individuales, eso no cuesta trabajo ni hace daño, pero cojamos el martillo y
empecemos a dar martillazos. No nos vaya a pasar como siempre y se nos acabe el
carbón.
Notas:
(1) Filósofo pragmático (Estados Unidos, 1842-1910).
Améntsa khetane…
Por Miguel Mendiola
La forma de pensar y vivir del gitano tiene raíces en la filosofía oriental
aunque se haya adaptado a condiciones occidentales. Básicamente el gitano es
existencialista pero no en el sentido de esa Filosofía en grande, que no nos
sirve para nada excepto para volvernos locos; no en el sentido de un Sartre, un
Kierkegaard o un Heidegger. Más bien el gitano es existencialista en un sentido
práctico aunque vagamente asociado a la tradición india derivada de los Vedas
y Upanishadas de donde deriva su
intensa espiritualidad y sentimentalismo. Aún así, el gitano es más Atman que
Brahman; sobre todo, el gitano quiere Ser.
Sin embargo, hasta ahora, ha sido un existencialista pasivo, con una filosofía
de vivir y dejar vivir; aunque no es objetivista y al igual que Sartre diría
que "la libertad, como definición del Hombre, no depende de otros; pero
tan pronto como existe una relación, estoy obligado a querer la libertad de
otros como al mismo tiempo quiero la mía."
Pero debería de entender que no es lo mismo tener la libertad para escoger que
tener el poder de hacerlo. No quiero decir con esto que se pase de bohemio a
revolucionario, pero creo que es hora de que diga "Actúo, luego
existo."
Políticamente nuestra situación aún exige prudencia, pero no apatía. No
podemos dejar el carro estancado. Hemos de actuar aunque sea con diplomacia. Y
la diplomacia gitana consiste en saber mostrar el bastón con tal ángel que se
entienda que lo mismo puede servir de apoyo que como para dar un buen bastonazo.
Desgraciadamente nos faltan bastones. Pero ya existe un movimiento activo por
parte de organizaciones gitanas como la Unión Romaní. Y es sumamente crucial
aprovechar esa inercia para acelerar nuestro movimiento en un mismo camino. No
es momento para divergencias, porque si seguimos diferentes senderos no vamos a
llegar juntos; y no hay que darle muchas vueltas al carro para entender que el
poder político está en los números. Las diferencias, si las hay, deben de ser
diluidas con una lealtad hacia la causa común.
Si es verdad lo que me dijo Diego Luis Fernández Jiménez, vicepresidente de la
Unión Romaní, de que "Hay un camino en nuestra libertad", no hay que
perder tiempo y hay que tomarlo, que ya sobre la marcha cuidaremos de los
detalles. Porque una vez que el gitano decide najarse, no mira hacia
atrás. Lo que es necesario es ponerse de acuerdo en qué consiste ese camino y
salir todos juntos.
Ese es el "actúo, luego existo". En esta época de política y
economía global no podemos acampar y esperar a que otros decidan por nosotros.
Si queremos mantener nuestra Salud cultural es necesario crear nuestro propia
Suerte en un camino común hacia nuestra Libertad.
Nuestra existencia, como cultura, depende de ello.