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Contextualización de la discriminación

1. Racismo líquido

Fernando Rey Martínez

Catedrático de Derecho Constitucional. Universidad de Valladolid.

Ex -presidente del Consejo estatal para la igualdad racial.

I.

¿Hay racismo en España?

¿Por qué, pese a todos los avances, pese a que en España

el modelo de convivencia entre grupos sociales es me-

jor en muchos aspectos que en otros países europeos,

sigue habiendo poderosas resistencias al avance de la

igualdad étnica? La causa es que se producen éxitos en

la lucha contra las consecuencias del problema, pero no

en sus causas. Y esto es así porque en España hay un

racismo muy potente, pero apenas se percibe como tal;

a menudo, ni siquiera por las víctimas. ¿Causa?: la forma

de racismo predominante entre nosotros es inconsciente,

aceptado como un uso normal o natural, y de baja inten-

sidad. Un tipo de racismo que, con permiso de Zygmunt

Bauman, llamaré racismo líquido, por contraposición al

clásico racismo “sólido”, violento y consciente.

A los españoles nos escandaliza el racismo y nos lo tene-

mos prohibido en la dieta de las ideas políticas. De ahí que

no haya partidos expresamente racistas. O que, en gene-

ral, cuando se habla de racismo, la asociación espontánea

de ideas remita a Luther King o a Mandela, es decir, al ex-

tranjero. Por otro lado, algunos indicadores muestran que

la situación de las minorías étnicas en España es mejor

que en otros países, lo que ha reforzado a nuestros acto-

res políticos (poco dados, en general, a la profundidad de

análisis) en la idea de que la discriminación racial no es aquí

un problema serio, e incluso de que podemos sacar pe-

cho. La presión de la lucha contra la discriminación racista,

que proviene, sobre todo, de Europa, conduce tan sólo

a disimular aún más el racismo a través de un insincero

discurso políticamente correcto (la enfermedad subsis-

te, se camuflan los síntomas). Resulta difícil solucionar un

problema cuya existencia se niega.

De todos los discursos de odio, el racista, que está es-

trechamente emparentado con los demás, sobre todo

con el xenófobo (y, en España, con la islamofobia), es el

que presenta peor pedigrí histórico, pues fundamentó el

viejo sistema social de la esclavitud y está en el origen

de las limpiezas étnicas, como la nazi, y es, junto con

la homofobia, de los discursos de odio más infamantes

porque no sólo supone la explotación de unas perso-

nas en beneficio de otras, sino, más profundamente, “el

asesinato del alma” de las víctimas (F. Douglas) en la

medida en que llama a su deshumanización. Las perso-

nas de otras etnias no son, en la mirada del racista, seres

humanos del todo. De hecho, la propia etimología de la

palabra “raza” (radix, raíz) apunta a la casta de origen, al

linaje, y ello remite a los animales, pero no a todos ellos,

sino sólo a los que se pueden domesticar. En otras pala-

bras, la palabra “raza” remite a la esclavitud: los esclavos

(la raza inferior) como un tipo de animales domestica-

dos para complacer al amo.

Es curioso que exista racismo en la actualidad. Porque

en la historia tuvo una fundamentación teológica pri-

mero y pseudo-científica después, pero hoy sabemos

que no hay razas humanas, que el concepto de raza no

es científico. No hay razas, pero sí racismo. Es sorpren-

dente que algunas personas sigan pensando que sí hay

razas, lo cual demuestra una ignorancia olímpica; peor

aún, que crean que unas razas son superiores a otras; y,

lo más llamativo de todo, es que los racistas (a pesar de

toda evidencia) se coloquen automáticamente entre los

miembros de la raza superior. Eso sí que es una autoes-

tima a prueba de bombas.

Sin embargo, ese racismo de vieja escuela es minorita-

rio en España (aunque no se pueda desdeñar: basta ver

internet, los grupos neo-nazis, etc.); la corriente racista

principal ha mutado y tiene otro rostro. Intentaré mos-

trar sus perfiles a continuación.

II.

¿Qué es el racismo líquido?

El racismo clásico, el viejo racismo, se fundaba en la

(falsa) doctrina biológica de la desigualdad entre las ra-

zas. En el siglo XIX recibe un fuerte impulso doctrinal

como justificación de la conquista colonial europea del

periodo. En ese siglo, el, a su vez, viejo racismo anterior,

el esclavista, se transforma en un racismo “científico”.

Pierre-André Taguieff (

La couleur et le sang. Doctrines

racistes à la française,

Mille et une nuits, 1998), observa