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Análisis del antigitanismo

se atribuía o concedía el deseo de permanecer entre

miembros de su etnia. Predilección en las que se

destacaban especialmente “los patriarcas”.

Las posibilidades de rechazo vecinal público a las dis-

tintas fórmulas de realojo de familias gitanas que se

han venido ensayando en nuestra historia reciente va-

rían sustancialmente.

Así, las movilizaciones antigitanas

más frecuentes, numerosas y sostenidas en el tiempo

se desatan al hilo de proyectos de realojo

que, aunque

preservaban la marca étnica en un punto ahora más cer-

cano a los espacios de sociabilidad vecinal, modifican la

composición étnica del espacio urbano cercano y mul-

tiplican las interdependencias competitivas entre esta-

blecidos y recién llegados en escenarios de consumo y

sociabilidad colectiva, como las escuelas que asisten a

medida que se expanden los realojos en la segunda mi-

tad de los ochenta a lo que se vivió también como “una

avalancha” de niños gitanos en las escuelas de barriadas

de clases populares.

III. La experiencia conflictiva de los procesos

de realojo: una lección

Lo sucedido en España con los realojos de familias

gitanas permite extraer al menos una lección: la dificultad

de lograr la aceptación y convivencia posterior con

grupos a cuya racialización contribuyeron anteriormente

las políticas mantenidas por el Estado.

En la intensificación de los conflictos con la comunidad

gitana jugó un papel clave la intensificación de la

segregación que experimentó la comunidad gitana

en el tardofranquismo. Y ello como producto de la

expansión urbana y de la desigualdad de trato oficial

a la hora de distribución de viviendas sociales que rara

vez alcanzaban a aquellas cientos de miles de familias

gitanas que, en sus primeros años en las ciudades,

conformaron con frecuencia poblados chabolistas y

barraquistas interétnicos. Poblados de los cuales en esta

época sólo salían hacia viviendas sociales familias no

gitanas, en cambio.

Posteriormente, una vez llega la tardía hora de realojar

a comunidades gitanas chabolistas, el dominio de las

operaciones que preservaban la marca étnica también

se reveló perverso en sus efectos sobre las relaciones

interétnicas. Esta fórmula contribuyó a solidificar

estigmas que dificultaron la aceptación vecinal de

los gitanos incluso bajo posteriores fórmulas ya más

avanzadas de realojamiento, como las que se basarán

en la dispersión de cupos limitados de familias gitanas

entre vecindarios mayoritarios, y a través de viviendas

adquiridas por las administraciones en el mercado

inmobiliario disponible para las clases populares.

Son varias, no obstante, las razones para no retroceder

y apostar por estas fórmulas de realojo en dispersión

tan tardíamente asumidas por las administraciones

españolas. Por un lado, al incluir a cupos reducidos

de familias entre diversos barrios y en condiciones

normalizadas, estas fórmulas avanzadas de realojo

minan las legitimidades frecuentemente manejadas

por quienes rechazan y denuncian los efectos

negativos de la concentración de gitanos en “sus”

barrios. Así, allá donde un realojo implica a una

o varias familias por bloque –en vez de a decenas

concentradas en un punto del barrio–, aumentan los

costes e ilegitimidades a la hora de discriminar, y las

dificultades para el reclutamiento y la acción colectiva

antigitana. Por otro lado, los realojos en dispersión

ayudan a neutralizar la discriminación asociada a lo que

se conoce como “efectos de lugar”. La desigualdad

de trato a la que frecuentemente se exponen

ciudadanos gitanos –a la hora de buscar empleo, por

ejemplo– aumenta cuando un miembro de una minoría

estigmatizada procede, además, de un enclave

estigmatizado, como bien saben muchos ciudadanos

gitanos cuyo currículum reposa en la basura nada más

reconocerse, entre otras particularidades fuente de

discriminaciones, su lugar de residencia.

Además de estos análisis del antigitanismo, se puede consultar más bibliografía en el anexo III, páginas 117-119.